miércoles, 5 de febrero de 2014

Soy como soy por las experiencias vividas (Cartas a una verdad)

Querido desconocido:

El acoso escolar siempre estuvo ahí, desde el principio de los tiempos y estoy segura de que siempre habrá alguien que se crea mejor que otra persona y que le cause algún dolor ya sea de forma intencionada o no.

Dicen que no hay edad para que un niño sea malo, que los niños son muy crueles y que sólo dicen verdades. Y es verdad.

En mi caso lo comprobé entre primero y segundo de primaria (6 y 7 años). Primero empezó un niño llamándome con un nombre, un mote feo y muy despectivo. Pero sólo era eso, un niño malo haciéndose el malote a mi costa. No le di importancia ya que no me importaba mucho.

De aquella era una niña muy alegre, me había criado con mis familiares y mis vecinos y me encantaba hacer nuevos amigos por lo que si un niño no quería jugar conmigo o ser mi amigo, daba media vuelta y me iba a preguntarle a otro. Así de fácil. Era muy extrovertida y amigable.

Pero de repente todo cambió. Los que eran mis amigos me daban la espalda, no querían jugar conmigo. No sabía por qué, pero a la larga me fui dando cuenta. Todos hacían lo mismo, incluso los niños mayores o los más pequeños, cuando iba a jugar con ellos hacían como si no estuviese o se reían sin más. Al principio no supe qué pasaba, pero poco a poco dejaron de reírse entre ellos para reírse de mí. Y me encontré con que ya no era sólo un niño haciéndose el malo quien se burlaba de mí con ese estúpido mote despectivo, si no que eran TODOS. Y por todos me refiero a niños de mi edad como niños mayores.

Los primeros años no fueron tan malos. Y sí, hablo de años porque estuve sufriendo acoso escolar hasta el instituto (13 años), podéis hacer cuentas si queréis.

Tenía una amiga, sólo una. Y no era tan amiga como cabía esperar, la verdad. Pero estaba sola, aislada de todos y me sentía tan mal sin tener a nadie con quién jugar en el recreo que hasta me habría hecho amiga del chico que empezó todo eso. Pero lo malo de tener una no-amiga, era que fuera del colegio estaba igual o más sola que en él.

Hubo momentos en los que incluso llegué a culparme a mí misma. Pensaba que yo me lo merecía, que había hecho algo malo para que todo el mundo me tratase así, para no ser aceptada por mis compañeros.

Y lo peor de todo es que los “adultos” lo sabían. Sabían exactamente cuál era el “mote” que me habían puesto desde el principio, lo oían, se lo reclamaba, les pedía ayuda. Y sólo me decían: “tú, oídos sordos”, “no les hagas caso”, “son sólo niños, no lo dicen en serio”. Como si eso fuese de ayuda…

Lo malo del lugar donde vivo es que todos conocen a todos, o casi todos. Por lo que mi “mote”, estoy segura de que la mitad de esa gente ni siquiera llegó a saberse mi nombre, era conocido en los colegios de alrededor. De repente iba por la calle y algún niño o niña me reconocía y me insultaba, como si nada.

Tuve muchos problemas con mi “no-amiga”, ya que ella era tan retorcida y mala como todos los demás. Era muy falsa y se portaba bien conmigo cando estábamos solas, pero si alguien más estaba delante era una bruja con gorro y escoba. Me peleé muchas veces con ella ya que sabía que no era buena y más de una vez me intentó aislar, teniendo en cuenta el número reducido de niñas con las que me llevaba, le resultaba demasiado fácil. Por eso mismo dejé de ser su amiga, y a cambio, me aisló convenciendo a todos de que no me hablasen…

Conforme pasaba el tiempo empecé a deprimirme, a tener ansiedad en espacios muy concurridos, a volverme más retraída ante los niños de mi edad, a caminar mirando al suelo, a confundirme al hablar y a tener miedo a hablar en público… Me volví una niña tímida y sin ganas de hacer más amigos. Mi autoestima estaba por los suelos, cualquier comentario que oyese en el colegio pensaba que era sobre mí, una risa sin razón ninguna, dos chicas hablando bajo… Todo se me venía encima. Y cada vez iba a peor… Llegó un momento en el que no daba más, en el que estaba cansada, agotada emocionalmente, sin ganas de seguir aguantando con esa tortura. Hasta que llegué a autolesionarme, a cortarme, e intenté suicidarme.

Pero estoy aquí

Tras mi intento fallido de suicidio (no es algo fácil de hacer) la directora del colegio intentó erradicar por completo todo el acoso que estaba recibiendo. ¿Lo consiguió? Ni de broma. Sólo disminuyó notablemente, ya no me llamaban por el “mote” delante de los profesores o delante de cualquiera que se lo pudiese decir a un adulto.

Mis padres me llevaban más a menudo a ver a mi pediatra, quien estudió psicología o algo de eso, ya que cada vez que iba no paraba de hacer como que sabía sobre el tema. No me ayudó nada.

Mi tutora del colegio, en cambio, fue la única que encontró una forma de hacerme sentir bien en el colegio. De hacer que volviese a tener ganas de ir, que mereciese la pena levantarse todos los días para ir a un lugar donde creía que no era bien recibida. Cada día, en el recreo, podría pasarlo en la biblioteca, ya fuese ayudándola a ella a ordenarla, haciendo los deberes o leyendo cualquier libro. Desde ese momento no volví a pisar el patio del recreo. Mi estrategia era evitar a mis compañeros el máximo tiempo posible, sobre todo en el recreo.

Por otra parte, ese año me hice amiga de una niña que iba un curso por debajo del mío y que era nueva en el colegio. Compartíamos bus y vivíamos cerca, por lo que bajábamos y subíamos en la misma parada. Eso hizo que empezásemos a sentarnos juntas y a hablar sobre nuestras aficiones y las series que veíamos, compartíamos muchas. Poco a poco nos fuimos haciendo amigas y aunque ella ya tenía a su grupo de amigas me incluyó sin ningún problema. Era una verdadera amiga, que me aceptaba tal y como era y que no hacía caso a lo que los demás dijesen de mí.
 
Ella intentó que sus amigas se convirtiesen en las mías, y la verdad es que lo aprecio un montón aún hoy en día. Se podría decir que lo consiguió, pero no del todo ya que alguna de sus amigas no eran como ella. Ellas sí se dejaban llevar por la primera impresión y del qué dirán, por lo que sólo una de sus amigas me incluyó en sus círculos.

Poco a poco, fui mejorando emocionalmente. Seguían llamándome cosas y algunas veces se referían a mí por el “mote” en vez de por mi nombre, pero tenía una pequeña vía de escape (la biblioteca) que si bien me hacía estar sola y aislada, por lo menos me hacía sentir bien. Y de regreso a casa no estaba sola, tenía a mi nueva amiga.

Pero seguía sin salir de casa una vez acabado el colegio. Me tiraba en el sofá, hacía los deberes y veía la televisión…

Vivo cerca de un parque infantil al aire libre que siempre estaba lleno de niños, pero yo nunca iba por miedo a encontrarme a algún niño del colegio y por miedo a que los niños del parque me tratasen como los niños de mi colegio.

Pronto inauguraron un centro social con biblioteca, aula de informática y muchas actividades, como reproducciones de películas infantiles. Empecé a ir por obligación, mis padres estaban cansados de verme en casa sin hacer nada. Pero me gustó mucho, allí no solían ir los niños de mi colegio, así como no iban a la biblioteca del colegio. Tampoco iban muchos niños de mi edad, pero no me importaba. La gente que trabajaba allí era muy amable y me trataban bien, por lo que empecé a ir más a menudo… Hasta que fui cada día desde que abría por la tarde hasta que cerraba.

Estaba en mi burbuja, curándome poco a poco, recomponiendo los trozos rotos, curando cicatrices. Haciendo que el tiempo pasase hasta llegar a mi meta: el instituto.

Para muchos el instituto es la peor parte, para mí fue la mejor. ¿Un instituto en el que había cinco clases de primero y al que iban alumnos de más de seis colegios diferentes? El paraíso. Las probabilidades de que me tocasen con más de cinco compañeros de mi colegio eran pocas, por lo que estaba muy emocionada. ¿Y dejar atrás los peores años de mi vida, y con ellos a las personas más horribles que había conocido? Me moría de ganas.

El instituto fue la mejor parte, donde por fin dejé atrás todo lo malo. Sí, había gente que me seguía insultando, y ahora eran insultos peores que los de antes. Pero ya no estaba sola. Había hecho nuevas amigas, cada cual más peculiar que la anterior, algunas compartían las mismas cicatrices que yo y otras eran las causantes de dichas cicatrices en otras personas. Un grupo muy peculiar, pero funcionaba de alguna manera.

El primer año me lo pasé en la biblioteca, donde conocí a algunas de mis nuevas amigas pero, juntas, pronto la abandonamos para unirnos y afrontar el instituto. También conocí a otras amigas nuevas, más macarras, más malas, pero que eran así porque también en su momento habían sufrido. Conseguí que dejasen de atormentar a los demás para protegernos de los que eran como ellas, a cambio tendrían nuestra amistad.

En un instituto tan grande, pronto dejé de tener importancia para esas personas que antes me tenían en su punto de mira y me convertí en una más. Habían rumores acerca de mí, pero tan sigilosos que eran sólo una brisa en comparación con todo lo que había pasado. Ya no me importaban.

Cualquiera que me vea, jamás pensará que pasé por todo esto. Porque lo que he aprendido de mi experiencia es a actuar. Ser capaz de transmitir un sentimiento que no sientes: alegría, simpatía… Sólo para no preocupar a la gente que quieres.

Tener una sonrisa en la cara puede doler mucho, pero duele incluso más ver que los demás sufren por no verte sonreír…

Pero lo mejor de todo es que pronto dejé de actuar. Poco a poco volví a abrirme. Me costó, y aún me cuesta con la gente desconocida. Eso sí, una vez que cojo confianza soy muy extrovertida, pero esa confianza hay que ganársela. Tengo más autoestima que antes, pero me sigo angustiando en los espacios muy concurridos… Aprendí a ver lo bueno que hay en la gente, y a ser comprensiva con la gente que ha sufrido en algún momento.

Tengo cicatrices que nadie me podrá borrar, a veces pueden doler un poco, pero sonrío. Porque esas cicatrices me hacen ser la persona que soy hoy y esa persona me gusta. Porque ahora sé apreciar a la gente que de verdad me aprecia.

S M I L E : ) 
You are beautiful


Juzgamos porque no entendemos. 

Cuando leí esta historia, me sentí cautivada por todo lo que se narra en ella. La experiencia que pasó esta persona a lo largo de su vida es, sin duda, una en la que estoy segura muchos se identificarán. Me lastimó leer no solo que le hubiesen hecho bullying y la hiriesen tanto, pero lo que más me dolió fue imaginar a una niña de... 7, 8 años, ¿tal vez? Teniendo que sufrir por todo esto; cambiando sin darse cuenta, por el daño que en algún momento le causaron. 

Es indignante ver cómo siempre habrá alguien a quien guste hacer daño: al que le encante ponerte apodos o hablar mal de ti con el colegio entero, pero gratificante darse cuenta de que existen personas lo suficientemente capaces de sobrevivir a esto y mucho más (con sus altibajos por supuesto). 

Lo que más me gustó de esta carta, es que la chica logró superarse: ella supo cómo levantarse de lo que le sucedió y realmente lograr que la hiciera más fuerte. Que la hiciera lo que es hoy. Y como menciona: hay cicatrices, pero son buenas, porque la hacen lo que es en la actualidad. Y espero de corazón que haya muchos de ustedes que hayan logrado superarse y que si están en una mala experiencia, podamos ayudarlos a sobrellevarla. 

Le quiero dar las gracias a la persona que envió esto; ¡es nuestra primera Carta a una verdad! La verdad me sentí realmente bien al ver que tuvo la confianza de darnos su historia, pero por sobretodo de leerla y poder saber más sobre este tipo de experiencias. Mil gracias a vos(:

Por otra parte, cualquiera que desee contar su historia con el bullying (pueden estar pasando por ello o ya lo pasaron), o cualquier situación dañina, escríbanos en Cartas a una verdad, tenemos un formulario donde nos pueden escribir con más facilidad anónimamente(:

Eeeeeeeeeeeeeen fin.
Espero que les haya gustado esta carta tanto como a mí y que opinen mucho :D

Recuerda: llorar no es malo; sin agua, no habría vida. 

Leeeeeeeees mando besos y apapachos GIGANTESCOS, 
Mel(:

1 Comentario

Anónimo

comentou...

Algunos no hemos tenido pla suerte de escapar a la biblioteca ni de que se abriera un nuevo centro al que ir. O que la gente deseara ser tu amiga. Me alegro de que por lo menos tú la hayas tenido.

6 de febrero de 2014, 23:31
Reply ♥

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